Antonio Mota, La Isla, 1966. Aquel año aún nadie imaginaba que tras
golpear unas teclitas, nuestras palabras, nuestras imágenes y nuestras obras,
aparecerían dentro de cualquier pantallita y hasta en los lugares más ocultos
del mundo. Bienvenidos a mi página, mi sitio en el orbe cibernético. Tres
décadas de esculturas, pinturas y restauraciones que empezaron cuando ni
Tombuctú, ni el Caribe, ni la Patagonia o el Japón quedaban a tiro de tecla.
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